Gentes que van, otras que vienen.
Unas con destino marcado, con prisas.
Otras, sin rumbo, matando el tiempo,
se cruzan, se rozan, o chocan entre sí.
Por momentos, una marea humana,
baja o sube las escaleras del infierno,
de la embocadura, de esa parada,
la misma de siempre a la misma hora,
Ella, ni va, ni viene, solo mira y espera.
Plantada como una farola, les observa.
Nadie la ve, es invisible para todos ellos.
Ya forma parte del decorado urbano.
Lleva el pelo desgreñado por el viento.
Su sonrisa llena de soledad, apagada.
Su mano extendida, solo pide, su Amor.
Ese “Amor-limosna” que ya no vendrá.
Carmen.M.G