Cada día te veo por mi
ventana, imponente, tan bella!
Siento el deseo
irrefrenable de conquistarte.
De subir por tus laderas y
alcanzar tu cima.
Me armo de valor, emprendo
la ruta hacia ti.
Por primera vez, descubro
el sendero.
Es sinuoso, escarpado, me
encamino en el.
En cada paso descubro de
tu hermosura.
Ante mis ojos, el sol
rojizo se pone,
coloreando así el agua del
mar mediterráneo.
Las vistas que se ofrecen
son paradisíacas.
Cuanta belleza desplegada me envuelve.
Un deleite para todos mis
sentidos.
Penetro en tu frondoso
bosque de pinos,
donde se entremezclan los
perfumes de arboles,
de tierra y piedras mojadas aún por el roció.
Oigo el zumbido de las abejas
ya despiertas.
Trabajadoras, liban el muy
preciado néctar
del perfumado romero en
flor.
Con el corazón
entusiasmado llego a tu cima.
Puedo tocar la cruz que culmina tu pico.
Una súbita adrenalina
corre por mis venas.
De pie, me asomo a tu balcón
natural,
contemplo el paisaje
divino.
Me invade una sensación
vertiginosa.
Levanto mis brazos hacia
el cielo azul.
Un grito glorioso sale
espontaneo de mi garganta.
Una satisfacción sin
precedente me llena.
Abajo queda el pueblo con
su gente y problemas.
Todo me parece
insignificante.
Apenas puedo oír el
barullo de sus industrias.
Frente a mi, el astro rey,
ya bien puesto,
me deslumbra y acaricia
suave mis mejillas.
nutriendo de vida mi piel
y mi alma.
Tomo asiento en una roca
que invita al descanso.
Voy poco a poco recobrando
el aliento.
la hermosura del paraje es
indescriptible.
En ese punto, las
emociones entremezcladas,
de bienestar, tranquilidad
y de libertad,
Se fusionan y culminan en
un gozo casi virginal.
Carmen.M.G