Por
un instante, quise retroceder en el tiempo...
Lo
intente de corazón, y nada conseguí.
Decirte
todo aquello que no pude en su momento:
lo
mucho que te quiero y necesito,
que
sin ti, Madre, no estoy listo.
Pero
tú, todo eso lo sabías muy bien.
Cuantas
veces te regale ramos de rosas rojas,
señal
de mi gran amor por ti, sin pensar,
que
en ellos, también sus espinas.
Tu
siempre bien agradecida, sin ningún reproche.
Te
vi bella, dormida, tranquila y en paz,
yaciente
en la cama. Yo a tus pies impotente,
esperando
lo que nadie quiere,
testigo
de una verdad inminente e inevitable,
la
de tu último aliento como despedida,
cálido,
sencillo y discreto tal como eras tú.
Bese
tus blancas manos suaves, aún calientes,
con
las que tu tantas veces me acariciaste.
No
quise creer que tu corazón ya no latía,
desee
y espere oír su bombeo, un milagro.
Ahora
siento en el aire tu Amor envolverme.
Me
lleno de él en cada inspiración profunda,
reteniendo
lo al máximo en mis entrañas,
alimentando
mi pobre alma desconsolada.
Se
bien que, aun que no te vea me acompañas,
velas
por mi y nunca jamás me abandonaras.
Veo
tus ojos claros llenos de bondad y fe,
sonreírme
en la oscuridad que me encuentro,
dándome
la luz para un mañana renovado.
Seguiré
tus huellas, que marcaste en el camino,
y
de allá donde estés, te sientas orgullosa.
Carmen.M.G